Re: The Lovers
Posted: 15 Apr 2010, 03:07
Sorry, but i need explain this in spanish. Its too long for me and a i am tired (its 04 am in Spain). Its not apropiate, please, tell me and delete post.
Heracles ad bivium
La metáfora de Heracles en la encrucijada (Heracles ad bivium) ha sido una de las más célebres de la historia de la filosofía. En esencia, cuenta que, siendo aún adolescente y sin saber qué rumbo tomar en la vida, Heracles se encuentra con dos mujeres. Una, hermosa y de sobria elegancia, es una alegoría de la Virtud; la otra, más lozana, es la Felicidad (material), también conocida como la Maldad. Las dos exponen al héroe distintos argumentos para que siga un camino u otro.
El texto de partida es del filósofo Pródico, aunque fue transmitido por Jenofonte en el libro II de sus Recuerdos de Sócrates(1). Felicidad anima a Heracles a seguir su camino, mucho más fácil, ya que disfrutará de todos los placeres materiales, como el sexo, vivir a costa del trabajo ajeno y la buena gastronomía.
Pero Virtud responde explicando que para obtener los placeres más elevados —como la amistad, el reconocimiento ciudadano, el amor de los dioses, o el estar cachas— hay que invertir esfuerzo. Además de que obrando de forma virtuosa recibirá alabanzas de mortales y dioses, argumenta con mejor tino que es mejor que siga su camino, a pesar de que es más largo y difícil, porque nada hay más hermoso que una buena acción realizada por uno mismo. (Donde hermosura va más allá de ser una cualidad estética para entroncar con el deleite que supone participar del bien).
Las opciones de esta encrucijada se han ido adaptando a cada época y circunstancia cultural, pero la esencia siempre es la misma: un camino corto de placeres inmediatos a costa de algo o alguien; y un camino largo de esfuerzo y sacrificio tras el que nos espera la verdadera felicidad.
La Y pitagórica
Esta metáfora de la encrucijada de Heracles derivaba de otro tópico literario más antiguo conocido como la «Y pitagórica», cuya paternidad, al menos literaria, se debe a Hesíodo:
«Yo qué sé lo que te conviene, gran necio Perses, te lo diré: de la maldad puedes coger fácilmente cuanto quieras, llano es su camino y vive muy cerca. De la virtud, en cambio, el sudor pusieron delante los dioses inmortales; largo y empinado es el sendero hacia ella y áspero el comienzo; pero cuando se llega a la cima, entonces resulta fácil por duro que sea»(2).
El tópico gozó de gran popularidad entre griegos y latinos. Por no enfangarnos en una ristra de citas, baste una de Platón:
«Unos confieren a la maldad fácil acceso, de modo que “también en abundancia se puede alcanzar a la perversidad fácilmente; el camino es liso y ella mora muy cerca”. Frente a la excelencia, en cambio, los dioses han impuesto el sudor»(3).
Durante la Edad Media, esta metáfora se transmitió, sobre todo, por san Isidoro(4), dado que resultaba acorde con la moral cristiana y la idea de las dos sendas:
«Entrad por la puerta estrecha, porque ancha es la puerta y espaciosa es la senda que lleva a la perdición, y muchos los que por ella entran. ¡Qué estrecha es la puerta y que angosta la senda que lleva a la vida, y cuán pocos los que dan con ella!». (San Mateo, 7.13).
Notas
1. El libro Recuerdos de Sócrates de Jenofonte se puede consultar on line en la web del profesor Francisco Conde Núñez. Copio el pasaje en cuestión (transcrito de Jenofonte. Recuerdos de Sócrates; Económico; Banquete; Apología de Sócrates. Gredos, 1993).
Y el sabio Pródico en su escrito sobre Hércules, del que hizo muchas lecturas públicas, se expresa de la misma manera acerca de la virtud, diciendo más o menos, según recuerdo:
«Cuando Hércules estaba pasando de la niñez a la adolescencia, momento en el que los jóvenes al hacerse independientes revelan si se orientarán en la vida por el camino de la virtud o por el del vicio, cuentan que salió a un lugar tranquilo y se sentó sin saber por cuál de los dos caminos se dirigiría. Y que se le aparecieron dos mujeres altas que se acercaban a él, una de ellas de hermoso aspecto y naturaleza noble, engalanado de pureza su cuerpo, la mirada púdica, su figura sobria, vestida de blanco. La otra estaba bien nutrida, metida en carnes y blanda, embellecida de color, de modo que parecía más blanca y roja de lo que era y su figura con apariencia de más esbelta de lo que en realidad era, tenía los ojos abiertos de par en par y llevaba un vestido que dejaba entrever sus encantos juveniles.
Se contemplaba sin parar, mirando si algún otro la observaba, y a cada momento incluso se volvía a mirar su propia sombra. Cuando estuvieron más cerca de Heracles, mientras la descrita en primer lugar seguía andando al mismo paso, la segunda se adelantó ansiosa de acercarse a Heracles y le dijo:
—Te veo indeciso, Heracles, sobre el camino de la vida que has de tomar. Por ello, si me tomas por amiga, yo te llevaré por el camino más dulce y más fácil, no te quedarás sin probar ninguno de los placeres y vivirás sin conocer las dificultades. En primer lugar, no tendrás que preocuparte de guerras ni trabajos, sino que te pasarás la vida pensando qué comida o bebida agradable podrías encontrar, qué podrías ver u oír para deleitarte, qué te gustaría oler atacar, con qué jovencitos te gustaría más estar acompañado, cómo dormirías más blando, y cómo conseguirías todo ello con el menor trabajo. Y si alguna vez te entra el recelo de los gastos para conseguir eso, no temas que yo te lleve a esforzarte y atormentar tu cuerpo y tu espíritu para procurártelo, sino que tú aprovecharás el trabajo de los otros, sin privarte de nada de lo que se pueda sacar algún provecho, porque a los que me siguen yo les doy la facultad de sacar ventajas por todas partes.
Dijo Heracles al oír estas palabras:
—Mujer, ¿cuál es tu nombre?
Y ella respondió:
—Mis amigos me llama Felicidad, pero los que me odian, para denigrarme, me llaman Maldad.
En esto se acercó la otra mujer y dijo:
—Yo he venido también a ti, Heracles, porque sé quiénes son tus padres y me he dado cuenta de tu carácter durante tu educación. Por ello tengo la esperanza de que, si orientas tu camino hacia mí, seguro que podrás llegar a ser un buen ejecutor de nobles y hermosas hazañas y que yo misma seré mucho más estimada e ilustre por los bienes que otorgo. No te vaya engañar con preludios de placer, sino que te explicaré cómo son las cosas en realidad, tal como los dioses las establecieron. Porque de cuantas cosas buenas y nobles existen, los dioses no conceden nada a los hombres sin esfuerzo ni solicitud, sino que, si quieres que los dioses te sean propicios. tienes que honrarles, si quieres que tus amigos te estimen, tienes que hacerles favores, y si quieres que alguna ciudad te honre, tienes que servir a la ciudad; si pretendes que toda Grecia te admire por tu valor, has de intentar hacerle a Grecia algún bien; si quieres que la tierra te dé frutos abundantes, tienes que cuidarla; si crees que debes enriquecerte con el ganado, debes preocuparte del ganado, si aspiras a prosperar con la guerra y quieres ser capaz de ayudar a tus amigos y someter a tus enemigos, debes aprender las artes marciales de quienes las conocen y ejercitarte en la manera de utilizarlas. Si quieres adquirir fuerza física, tendrás que acostumbrar a tu cuerpo a someterse a la inteligencia y entrenarlo a fuerza de trabajos y sudores.
La Maldad, según cuenta Pródico, interrumpiendo, dijo:
—¿Te das cuenta, Heracles, del camino tan largo y difícil que esta mujer te traza hacia la dicha? Yo te llevaré hacia la felicidad por un camino fácil y corto.
—Entonces dijo la Virtud: ¡Miserable!, ¿qué bien posees tú? ¿O qué sabes tú de placer si no estás dispuesta a hacer nada para alcanzarlo? Tú que ni siquiera esperas el deseo de placer, sino que antes de desearlo te sacias de todo, comiendo antes de tener hambre, bebiendo antes de tener sed, contratando cocineros para comer a gusto, buscando vinos carísimos para beber con agrado, corriendo por todas partes para buscar nieve en verano. Para dormir a gusto, no te conformas con ropas de cama mullidas, sino que además te procuras armaduras para las camas. Porque deseas el sueño no por lo que trabajas, sino por no tener nada que hacer. Y en cuanto a los placeres amorosos, los fuerzas antes de necesitarlos, recurriendo a toda clase de artificios y utilizando a los hombres como mujeres. Así es como educas a tus propios amigos, vejándolos por la noche y haciéndolos acostarse las mejores horas del día. A pesar de ser inmortal, has sido rechazada por los dioses, y los hombres de bien te desprecian. Tú no oyes nunca el más agradable de los sonidos, el de la alabanza de una misma, ni contemplas nunca el más hermoso espectáculo, porque nunca has contemplado una buena acción hecha por ti. ¿Quién podría creerte cuando hablas?, ¿quién te socorrería en la necesidad?, ¿quién que fuera sensato se atrevería a ser de tu cofradía? Ésta es la de personas que, mientras son jóvenes, son físicamente débiles y, de viejos, se hacen torpes de espíritu, mantenidos durante su juventud relucientes y sin esfuerzo, pero que atraviesan la vejez marchitos y fatigosos, avergonzados de sus acciones pasadas y agobiados por las presentes, después de pasar a la carrera durante su juventud los placeres, reservando para la vejez las lacras.
Yo, en cambio, estoy entre los dioses y con los hombres de bien, y no hay acción hermosa divina ni humana que se haga sin mí. Recibo más honores que nadie, tanto entre los dioses como de los hombres que me son afines. Soy una colaboradora estimada para los artesanos, guardiana leal de la casa para los señores, asistente benévola para los criados, buena auxiliar para los trabajos de la paz, aliada segura de los esfuerzos de la guerra, la mejor intermediaria en la amistad. Mis amigos disfrutan sin problemas de la comida y la bebida, porque se abstiene de ellas mientras no sienten deseo. Su sueño es más agradable que el de los vagos, y si se sienten molestos cuando lo dejan ni a causa de él dejan de llevar a cabo sus obligaciones. Los jóvenes son felices con los elogios de los mayores, y los más viejos se complacen con los honores de los jóvenes. Disfrutan recordando acciones de antaño y gozan llevando bien a cabo las presentes. Gracias a mí son amigos de los dioses, estimados de sus amigos y honrados por su patria. Y cuando les llega el final marcado por el destino, no yacen sin gloria en el olvido, sino que florecen por siempre en el recuerdo, celebrados con himnos. Así es, Heracles, hijo de padres ilustres, como podrás, a través del esfuerzo continuado, conseguir la felicidad más perfecta».
Así fue más o menos como contó Pródico la educación de Heracles por la Virtud, si bien embelleció sus conceptos con expresiones magníficas en mayor grado que las que yo he usado ahora. De modo que merece la pena, Aristipo, que lo medites e intentes preocuparte tú también del tiempo que te queda de vida.
2. Hesíodo. Trabajos y días (287). Traducción de Aurelio Pérez Jiménez y Alfonso Martínez Díez. Gredos. Madrid, 2000.
3. Platón. República (II, 365b). Traducción de Conrado Eggers Lan. Gredos. Madrid, 2000.
4. No tengo a mano una traducción al español: «Litteram Pythagoras Samius ad exemplum vitae humanae primus formavit; cuius virgula subterior primam aetatem significat, incertam quippe et quae adhuc se nec vitiis nec virtutibus dedit. Bivium autem, quod superest, ab adolescentia incipit: cuius dextra pars ardua est, sed ad beatam vitam tendens: sinistra facilior, sed ad labem interitumque deducens».
Heracles ad bivium
La metáfora de Heracles en la encrucijada (Heracles ad bivium) ha sido una de las más célebres de la historia de la filosofía. En esencia, cuenta que, siendo aún adolescente y sin saber qué rumbo tomar en la vida, Heracles se encuentra con dos mujeres. Una, hermosa y de sobria elegancia, es una alegoría de la Virtud; la otra, más lozana, es la Felicidad (material), también conocida como la Maldad. Las dos exponen al héroe distintos argumentos para que siga un camino u otro.
El texto de partida es del filósofo Pródico, aunque fue transmitido por Jenofonte en el libro II de sus Recuerdos de Sócrates(1). Felicidad anima a Heracles a seguir su camino, mucho más fácil, ya que disfrutará de todos los placeres materiales, como el sexo, vivir a costa del trabajo ajeno y la buena gastronomía.
Pero Virtud responde explicando que para obtener los placeres más elevados —como la amistad, el reconocimiento ciudadano, el amor de los dioses, o el estar cachas— hay que invertir esfuerzo. Además de que obrando de forma virtuosa recibirá alabanzas de mortales y dioses, argumenta con mejor tino que es mejor que siga su camino, a pesar de que es más largo y difícil, porque nada hay más hermoso que una buena acción realizada por uno mismo. (Donde hermosura va más allá de ser una cualidad estética para entroncar con el deleite que supone participar del bien).
Las opciones de esta encrucijada se han ido adaptando a cada época y circunstancia cultural, pero la esencia siempre es la misma: un camino corto de placeres inmediatos a costa de algo o alguien; y un camino largo de esfuerzo y sacrificio tras el que nos espera la verdadera felicidad.
La Y pitagórica
Esta metáfora de la encrucijada de Heracles derivaba de otro tópico literario más antiguo conocido como la «Y pitagórica», cuya paternidad, al menos literaria, se debe a Hesíodo:
«Yo qué sé lo que te conviene, gran necio Perses, te lo diré: de la maldad puedes coger fácilmente cuanto quieras, llano es su camino y vive muy cerca. De la virtud, en cambio, el sudor pusieron delante los dioses inmortales; largo y empinado es el sendero hacia ella y áspero el comienzo; pero cuando se llega a la cima, entonces resulta fácil por duro que sea»(2).
El tópico gozó de gran popularidad entre griegos y latinos. Por no enfangarnos en una ristra de citas, baste una de Platón:
«Unos confieren a la maldad fácil acceso, de modo que “también en abundancia se puede alcanzar a la perversidad fácilmente; el camino es liso y ella mora muy cerca”. Frente a la excelencia, en cambio, los dioses han impuesto el sudor»(3).
Durante la Edad Media, esta metáfora se transmitió, sobre todo, por san Isidoro(4), dado que resultaba acorde con la moral cristiana y la idea de las dos sendas:
«Entrad por la puerta estrecha, porque ancha es la puerta y espaciosa es la senda que lleva a la perdición, y muchos los que por ella entran. ¡Qué estrecha es la puerta y que angosta la senda que lleva a la vida, y cuán pocos los que dan con ella!». (San Mateo, 7.13).
Notas
1. El libro Recuerdos de Sócrates de Jenofonte se puede consultar on line en la web del profesor Francisco Conde Núñez. Copio el pasaje en cuestión (transcrito de Jenofonte. Recuerdos de Sócrates; Económico; Banquete; Apología de Sócrates. Gredos, 1993).
Y el sabio Pródico en su escrito sobre Hércules, del que hizo muchas lecturas públicas, se expresa de la misma manera acerca de la virtud, diciendo más o menos, según recuerdo:
«Cuando Hércules estaba pasando de la niñez a la adolescencia, momento en el que los jóvenes al hacerse independientes revelan si se orientarán en la vida por el camino de la virtud o por el del vicio, cuentan que salió a un lugar tranquilo y se sentó sin saber por cuál de los dos caminos se dirigiría. Y que se le aparecieron dos mujeres altas que se acercaban a él, una de ellas de hermoso aspecto y naturaleza noble, engalanado de pureza su cuerpo, la mirada púdica, su figura sobria, vestida de blanco. La otra estaba bien nutrida, metida en carnes y blanda, embellecida de color, de modo que parecía más blanca y roja de lo que era y su figura con apariencia de más esbelta de lo que en realidad era, tenía los ojos abiertos de par en par y llevaba un vestido que dejaba entrever sus encantos juveniles.
Se contemplaba sin parar, mirando si algún otro la observaba, y a cada momento incluso se volvía a mirar su propia sombra. Cuando estuvieron más cerca de Heracles, mientras la descrita en primer lugar seguía andando al mismo paso, la segunda se adelantó ansiosa de acercarse a Heracles y le dijo:
—Te veo indeciso, Heracles, sobre el camino de la vida que has de tomar. Por ello, si me tomas por amiga, yo te llevaré por el camino más dulce y más fácil, no te quedarás sin probar ninguno de los placeres y vivirás sin conocer las dificultades. En primer lugar, no tendrás que preocuparte de guerras ni trabajos, sino que te pasarás la vida pensando qué comida o bebida agradable podrías encontrar, qué podrías ver u oír para deleitarte, qué te gustaría oler atacar, con qué jovencitos te gustaría más estar acompañado, cómo dormirías más blando, y cómo conseguirías todo ello con el menor trabajo. Y si alguna vez te entra el recelo de los gastos para conseguir eso, no temas que yo te lleve a esforzarte y atormentar tu cuerpo y tu espíritu para procurártelo, sino que tú aprovecharás el trabajo de los otros, sin privarte de nada de lo que se pueda sacar algún provecho, porque a los que me siguen yo les doy la facultad de sacar ventajas por todas partes.
Dijo Heracles al oír estas palabras:
—Mujer, ¿cuál es tu nombre?
Y ella respondió:
—Mis amigos me llama Felicidad, pero los que me odian, para denigrarme, me llaman Maldad.
En esto se acercó la otra mujer y dijo:
—Yo he venido también a ti, Heracles, porque sé quiénes son tus padres y me he dado cuenta de tu carácter durante tu educación. Por ello tengo la esperanza de que, si orientas tu camino hacia mí, seguro que podrás llegar a ser un buen ejecutor de nobles y hermosas hazañas y que yo misma seré mucho más estimada e ilustre por los bienes que otorgo. No te vaya engañar con preludios de placer, sino que te explicaré cómo son las cosas en realidad, tal como los dioses las establecieron. Porque de cuantas cosas buenas y nobles existen, los dioses no conceden nada a los hombres sin esfuerzo ni solicitud, sino que, si quieres que los dioses te sean propicios. tienes que honrarles, si quieres que tus amigos te estimen, tienes que hacerles favores, y si quieres que alguna ciudad te honre, tienes que servir a la ciudad; si pretendes que toda Grecia te admire por tu valor, has de intentar hacerle a Grecia algún bien; si quieres que la tierra te dé frutos abundantes, tienes que cuidarla; si crees que debes enriquecerte con el ganado, debes preocuparte del ganado, si aspiras a prosperar con la guerra y quieres ser capaz de ayudar a tus amigos y someter a tus enemigos, debes aprender las artes marciales de quienes las conocen y ejercitarte en la manera de utilizarlas. Si quieres adquirir fuerza física, tendrás que acostumbrar a tu cuerpo a someterse a la inteligencia y entrenarlo a fuerza de trabajos y sudores.
La Maldad, según cuenta Pródico, interrumpiendo, dijo:
—¿Te das cuenta, Heracles, del camino tan largo y difícil que esta mujer te traza hacia la dicha? Yo te llevaré hacia la felicidad por un camino fácil y corto.
—Entonces dijo la Virtud: ¡Miserable!, ¿qué bien posees tú? ¿O qué sabes tú de placer si no estás dispuesta a hacer nada para alcanzarlo? Tú que ni siquiera esperas el deseo de placer, sino que antes de desearlo te sacias de todo, comiendo antes de tener hambre, bebiendo antes de tener sed, contratando cocineros para comer a gusto, buscando vinos carísimos para beber con agrado, corriendo por todas partes para buscar nieve en verano. Para dormir a gusto, no te conformas con ropas de cama mullidas, sino que además te procuras armaduras para las camas. Porque deseas el sueño no por lo que trabajas, sino por no tener nada que hacer. Y en cuanto a los placeres amorosos, los fuerzas antes de necesitarlos, recurriendo a toda clase de artificios y utilizando a los hombres como mujeres. Así es como educas a tus propios amigos, vejándolos por la noche y haciéndolos acostarse las mejores horas del día. A pesar de ser inmortal, has sido rechazada por los dioses, y los hombres de bien te desprecian. Tú no oyes nunca el más agradable de los sonidos, el de la alabanza de una misma, ni contemplas nunca el más hermoso espectáculo, porque nunca has contemplado una buena acción hecha por ti. ¿Quién podría creerte cuando hablas?, ¿quién te socorrería en la necesidad?, ¿quién que fuera sensato se atrevería a ser de tu cofradía? Ésta es la de personas que, mientras son jóvenes, son físicamente débiles y, de viejos, se hacen torpes de espíritu, mantenidos durante su juventud relucientes y sin esfuerzo, pero que atraviesan la vejez marchitos y fatigosos, avergonzados de sus acciones pasadas y agobiados por las presentes, después de pasar a la carrera durante su juventud los placeres, reservando para la vejez las lacras.
Yo, en cambio, estoy entre los dioses y con los hombres de bien, y no hay acción hermosa divina ni humana que se haga sin mí. Recibo más honores que nadie, tanto entre los dioses como de los hombres que me son afines. Soy una colaboradora estimada para los artesanos, guardiana leal de la casa para los señores, asistente benévola para los criados, buena auxiliar para los trabajos de la paz, aliada segura de los esfuerzos de la guerra, la mejor intermediaria en la amistad. Mis amigos disfrutan sin problemas de la comida y la bebida, porque se abstiene de ellas mientras no sienten deseo. Su sueño es más agradable que el de los vagos, y si se sienten molestos cuando lo dejan ni a causa de él dejan de llevar a cabo sus obligaciones. Los jóvenes son felices con los elogios de los mayores, y los más viejos se complacen con los honores de los jóvenes. Disfrutan recordando acciones de antaño y gozan llevando bien a cabo las presentes. Gracias a mí son amigos de los dioses, estimados de sus amigos y honrados por su patria. Y cuando les llega el final marcado por el destino, no yacen sin gloria en el olvido, sino que florecen por siempre en el recuerdo, celebrados con himnos. Así es, Heracles, hijo de padres ilustres, como podrás, a través del esfuerzo continuado, conseguir la felicidad más perfecta».
Así fue más o menos como contó Pródico la educación de Heracles por la Virtud, si bien embelleció sus conceptos con expresiones magníficas en mayor grado que las que yo he usado ahora. De modo que merece la pena, Aristipo, que lo medites e intentes preocuparte tú también del tiempo que te queda de vida.
2. Hesíodo. Trabajos y días (287). Traducción de Aurelio Pérez Jiménez y Alfonso Martínez Díez. Gredos. Madrid, 2000.
3. Platón. República (II, 365b). Traducción de Conrado Eggers Lan. Gredos. Madrid, 2000.
4. No tengo a mano una traducción al español: «Litteram Pythagoras Samius ad exemplum vitae humanae primus formavit; cuius virgula subterior primam aetatem significat, incertam quippe et quae adhuc se nec vitiis nec virtutibus dedit. Bivium autem, quod superest, ab adolescentia incipit: cuius dextra pars ardua est, sed ad beatam vitam tendens: sinistra facilior, sed ad labem interitumque deducens».